miércoles, 23 de junio de 2010

Tengo el corazón destrozado

Es así. Tengo el corazón hecho mierda, destruido, desgarrado, colapsado de tristeza, sumido en sombras, atascado de pesadumbre. Tenía tiempo, quizá años, que no sentía una sensación similar en la que se me cagara por completo el día, y los días subsiguientes. La vida venía siendo normal y feliz, sin bajos que lamentar, hasta que aconteció lo que me tiene en este estado: ver morir a un cachorro de unos 4 meses de edad.

Es decir, a diario se ven morir perros, atropellados,  abandonados en las calles, requebrajados por otros perros y demás causas comunes y que en lo mas mínimo me inmutan. El olor a perro muerto puede ser uno de los mas característicos que circunda esta mugrienta ciudad, y eso es "normal". Lo curioso y particularmente triste de este caso no es haberlo visto morir, sino el largo proceso de suplicio que el susodicho animalito atravesó para por fin ascender al purgatorio de los perros. Fué una agonía que me tocó vivir por dos noches, ya que el animal no eligió mejor lugar para desfallecer que la próximidad de la ventana de mi cuarto, en el edificio donde habito. Supongo que son karmas que el destino nos pone. Pero sobre todo, la impotencia mayor era saber que no se podía hacer absolutamente nada por el desgraciado animal, ya que era un caso de envenenamiento. Lo peor de todo fué anoche, cuando no obstante el llanto punzopenetrante parecía ya suficiente para arruinarme la segunda noche consecutiva, comenzó a caer la gélida lluvia que empañó Caracas ,  y que por supuesto le puso la guinda al pastel: el cachorro estaba muriendo, y de paso bajo una lluvia capaz de congelarle los huevos a un muñeco de nieve. No tuve corazón para asomarme y ver que el pobre moribundo, agonizaba sin siquiera un poco de dignidad. Muchas fueron las ganas que tuve de levantarme de mi cama e ir con algún trapo viejo que ya no usara para al menos darle algo de abrigo, pero bien sabemos que las circunstancias de esta ciudad, no nos permiten andar saliendo de nuestras casas a la 1 A.M. bajo un torrencial aguacero, so pena de convertirme yo luego en el moribundo, a causa de la también natural delincuencia que nos gobierna. No me quedó otra que tragar grueso, y buscar el sueño a como diera lugar, aún con los ojos vidriosos.

Mas curioso aún, fue que ninguno de mis sueños de anoche fué agradable, todos relativos con el factor muerte. Desagradable noche, alterada por mi subconsciente.

Esta mañana, al despertarme, lo primero que me vino a la mente fué el perrito. Allí yacía, esta vez sin emitir el desgarrante aullido de auxilio, sin moverse erráticamente, sin siquiera respirar. Allí yacía, muerto, mojado, descansando en su costado, quizá en un lugar donde su destino no será tan triste como el que tuvo en su corta vida.

Malditas vainas que pasan en el tercer mundo, cuando en otras culturas, se arriesgan hasta vidas humanas en pro de salvar la vida de un animal.

Maldita la indolencia de este Estado y de esta sociedad de mierda que no sabe valorar la vida, mucho menos la de un animal.
Maldita sea una y mil veces, disculpen la frustración.

3 comentarios:

Camilo Ernesto Reyes Rodríguez dijo...

Tu tenías un perrito de mascota? si es así, cuanto lo siento ='(

Juanbrujox dijo...

No Camilo, he tenido desde Hamsters hasta mantis Religiosas y no he tenido perros :S, aunque igual siento una adoración por esos animales. Lee bien la cuestión, era un perrito de esos cacris que ves en la calle

Anele dijo...

Entiendo como te sentiste... Yo me la paso auxiliando perros callejeros y da dolor cuando no puedes salvarlos... Una vez tambien vi morir a uno asi, envenenado, no pude hacer nada, y si bien uno no puede ayudarlos a todos, trata de poner su granito de arena, ademas, prefiero auxiliar a un perrito, que a una persona, que muchas veces al final, ni siquiera te lo agradecen...