miércoles, 8 de agosto de 2007

Vamos al cine

Con tal y no los azotara la chusma que hoy en día los invade,
no me importaría que los cines aun fueran así
Asistir a un cine en Venezuela se ha convertido en una tarea titánica y digna de gladiadores pacientes en donde, si el resultado final es que disfrutaste la película plenamente, estas amparado por la gracia divina, y deberías comprobarlo lanzándote desde el Santo Angel para que el mundo vea como sales totalmente ileso. Sobre todo en Caracas, donde ha salido gente de germinaderos y de los gallineros verticales (en realidad aun no le veo la explicación lógica al BOOM demográfico que experimenta esta ciudad y que hace de todo, absolutamente todo, un verdadero cojeculo astronómico) se ha hecho imposible mencionar “Quiero ir a un cine” sin que ello signifique un verdadero suplicio. La aventura comienza desde el mismo momento de comprar las entradas, donde en una cola de al menos 10 a 15 personas delante de ti, te hacen pensar que el horario al que quieres entrar se va a poner rojo en cualquier momento debido a que se agotaron las entradas. Llegas triunfal a la taquilla, y mas te vale tener efectivo, por que un 50% de probabilidades universales dicen que el punto de venta “no esta en línea” en el justo momento en que llegas a comprar tu, ósea TU. CHECKPOINT! Una vez comprados los tickets, revisas cual es la sala, y resulta que ya hay una cola de al menos 20 personas para poder entrar. Esto no es problema ya que las salas son verdaderamente grandes y espaciosas, el problema es que de esas 20 personas, 10 son perras gonorréicas que se sentarán en las mejores filas de la sala y con su cara muy lavada con jabón azul te dirán de mala gana: ESTAN TODOS OCUPADOS. Esos son los momentos en que nuestro instinto rechaza las convenciones colectivas de no hacer daño al prójimo y respetarle su integridad física, pues provoca explotar como olla de presión mondonguera y armarle un zaperoco a la inepta que en muchos de los casos no sabe ni que película va a ver, e hizo la cochinada de evitar que mucha gente se sentara en esa fila solo para demostrar que ella era la carajita mas llorona y sometida de su clase. De eso te das cuenta cuando comienza la película y vez que sobran al menos cuatro asientos en esa hilera. Puta.

Salté una parte que es muy importante, pero que lamentablemente ha quedado relegada a una acción secundaria puesto que darle prioridad te puede dejar extremadamente mal ubicado para ver la película, o al lado de dos perfectos maricones que no harán sin tomarse de manos y jugar con sus dedos durante toda la película. El problema no es que sean gays, el problema es que no respeten que aun queda gente con patrones normales de conducta, que no gusta de ver esos espectáculos. Volviendo al grano, el paso al que me refiero es la compra de dulces, salados, cotufas y demás golosinas, cuyos precios justifican el por qué mucha gente opta por comprar un lote de estos enseres en una farmacia tipo tienda (cero publicidad a FARMATODOTM) o algunos mas extremistas, se lleven las cotufas desde su casa metidas en bolsas de mercado. Sin embargo, y puesto que ir al cine constituye para muchos un ritual de relax, muchos no escatiman en gastos y compran sus cotufas. Claro está, si logras soportar la brutal cola de gente que por lo general hará que te pierdas 10 o 15 minutos de la película (si tienes suerte y pasan bastante comerciales y trailers). CHECKPOINT! Una vez con tu bandeja con refrescos, cotufas y cri-cri’s, entras triunfal a la sala mostrándolo afortunado que eres de entrar durante el segundo trailer. Ubicas a tu acompañante, te sientas y te relajas (algunos mas arriesgados se quitan los zapatos, expidiendo su agrio olor a peqüeca por la sala, pero nada que el sagrado olor de las cotufas no suprima). Comentas lo maricón que es X actor de este trailer o lo lesbiana que es la actriz de Y trailer. Listo, comienza la película. Esperad...! No se ha acabado, un 70% de esas mismas probabilidades universales adversas, determinarán que siempre habrá un absoluto maricón o una absoluta soplacondones que comience a hablar, a cuchichear, a reírse, a hacer chistes, o a dárselas de graciosos con sus amigos. Entorpeciendo la a veces muy importante secuencia inicial que crea la atmósfera de la película. MALDITA SEA LA VIDA. Por mas Shhhhhh! Que la gente hace, el (o la) degradado(a) mental continuará haciendo lo mismo por al menos 15 minutos. Bien por que no hay nadie con los suficientes cojones para mandarlo a callar sin esconderse en un tímido Shhh! O bien por que los trabajadores del cine son antiguos empleados de Tifanni’s, antigua discoteca gay de Caracas. Siempre habrá un soplapollas que te interrumpa la secuencia de la película, pero con suerte, todo transcurre normalmente durante el resto de la película. Esto es obviando el hecho de que a veces el audio se pierde sino en un 50%, en su totalidad. Después critican por que la industria pirata está en pleno auge.

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